viernes, 17 de enero de 2014

Querido Borges:

"Yo no hablo de venganzas ni de perdones. El olvido es la única venganza y el único perdón"- Jorge Luis Borges

Mira, Jorge, pero no. No se puede levantar la alfombra y barrer toda la mierda para adentro porque eso es de guarros y de gente que no sabe afrontar sus problemas. Y, al igual que toda esa porquería escondida no va a desaparecer sólo por el hecho de que no la ves, olvidar algo que te ha hecho daño no va a conseguir que te sientas mejor con ello jamás de los jamases. 
Que sí, que la indiferencia jode mucho y que el borrón y cuenta nueva puede parecer en un principio una forma de perdonar y dejar las cosas como estaban. Pero no me digas que olvidar es la solución a los problemas, porque te voy a tachar de cobarde y nadie quiere eso.
¿Cómo que olvidar? ¿De dónde te has sacado semejante cuento? ¿Cómo se hace eso?
  *Wiki: -Olvidar es una acción involuntaria que consiste en dejar de recordar.
He subrayado la palabrita para que no se te escape detalle. Con esto quiero decir que se te puede olvidar que tenías que pasar a recoger la tarta de cumpleaños de tu hijo. Se te puede olvidar cómo resolver una raíz de forma manual. Se te puede olvidar qué día de la semana tenías cita para depilarte. Pero no creo que algo cuyas otras alternativas son vengarte o perdonar puedas llegar y dar al botoncito de olvidar como quien da a "suprimir documento" con todas las comodidades de la tecnología actual.
Esto no es un eternal sunshine of the spotless mind. Las cosas no funcionan así. Lo siento, pero no me vendes la moto.

martes, 14 de enero de 2014

La historia de Alfonsito y el camarero que emocionó a Spielberg.

Cuán feliz está Alfonsito sentándose en la mesa 14 del nuevo restaurante de moda que han abierto en la esquina de su casa, el Pitiminí. Desconoce que, sin comerlo ni beberlo, va a ser sujeto activo pasivo de un tercer grado. 
Echa un rápido vistazo al local y ve al camarero. A su vez, el camarero le ve y Alfonsito ve que le está viendo. 


Ambos se miran cuando nuestro protagonista, lejos de saber el terrible drama que va a desatar, alza los dedos índice y corazón pegados y los mueve rápidamente hacia sí, llamándolo. 


Ya es tarde para improvisar un plan de huida. El camarero se acerca.

- Hola, buenas.
- Buenas.
- ¿Sabe ya lo que va a pedir?
- Sí.
- ¿Qué quiere para beber?
- De momento agua.
- ¿De grifo o de botella?
- Botella.
- ¿Alguna marca en concreto?
- La que tengan.
- ¿Mineral?
- Sí.
- ¿Con o sin gas?
- Sin.
- Tenemos agua con sabores, ¿quiere alguno o agua normal?
- Normal, de la de siempre.
- ¿Fría o del tiempo?
- Fría.
- No nos queda. ¿La quiere con hielo?
- Bueno, vale.
- ¿Dos cubitos o tres?
- Ponga tres.
- El agua de los cubitos de hielo, ¿la quiere de grifo o de los que venden ya hechos?
- Más me da.
- De los que venden. ¿Alguna marca especial o de hacendado?



- Pues oiga, ya que estamos. Hielo Norte.
- No tenemos.
- Hielos Valmar.
- No tenemos.
- Hielos Gourmet.
- Se nos han acabado.
- ¿Y qué les queda?
- De grifo.



- Está usted de broma.
- De grifo pues. Le informo de que también disponemos de cubitos de hielo con sabores, ¿desea alguno o...?
- Mire, déjelo. Sin hielo.
- Un agua del tiempo, entonces. Por si acaso, ¿no querría que le leyese nuestra carta de vinos? Tenemos un cosecha del 82 del que todos hablan maravillas.
- No siga. Solo agua, gracias.
- Está bien. ¿Va a pedir algún entrante o ensalada?
- No, pasemos directamente al plato principal.
- Estupendo. ¿Qué va a ser?
- Que sea el plato de solomillo al whisky.
- Buena elección. ¿Solomillo de ternera, de cerdo o de pavo?
- Ternera.
- ¿Al punto o muy hecho?



- Algo entremedias.
- No nos queda whisky, pero con Bourbon está igual de bueno.
- De acuerdo.
- ¿Con o sin alcohol?
- ¿Disculpe?
- El Bourbon, ¿lo prefiere con o sin alcohol?
- Con.
- Para acompañar, ¿patatas o salteado de verduras?
- Patatas.
- ¿Asadas o al horno?
- ¿Le queda mucho a esta parafernalia?
- Un poco.
- Al horno.
- ¿En cubitos pequeños o en tiras?
- En cubitos no, en tiras.
- ¿Ha dicho "en cubitos no, en tiras" o "en cubitos, no en tiras"?
- ¿Cómo dice?
- Es que no le he entendido bien.
- He dicho: en cubitos no, en tiras.
- Pues estamos en las mismas.
- Lo segundo.
- ¿Qué era lo segundo?
- EN TIRAS, LAS QUIERO EN TIRAS.
- Tranquilícese, señor...





- ... ¿Qué va a pedir de postre?
- ¿Podría preguntármelo luego?
- Es que así ya lo tenemos todo preparado.
- Bueno. Pues que sea helado.
- ¿Sabor?
- Fresa.
- No queda.
- Chocolate.
- Tenemos de chocolate pero sin azúcar.
- Pues vainilla.
- ¿Lo quiere desnatado?
- No.
- ¿Solo o con sirope?
- Con sirope.
- ¿De caramelo o de chocolate?
- Caramelo.
- ¿En copa o en bol?
- Copa.
- Muy bien, pues ahora mismo se lo traen.


El camarero se retira.
Alfonsito se desmaya.







domingo, 12 de enero de 2014

Mis muchas cosas de la infancia. Infacosas.

Soy de esas personas que cuando se proponen ordenar su habitación acaban sentadas en el suelo con un centenar de papeles y lo que no son papeles tirados de cualquier forma a su alrededor. Y, tan pronto como me olvido de que en realidad yo lo que quería era "poner un poco de orden en la leonera esta", me veo rodeada de las notas de segundo de primaria, una cartulina con una pequeña colección de minerales pegados que ganaría en algún concurso en mi etapa de niña repelente, el peluche con forma de elefante que está hecho mierdas pero del que no me separaba cuando tenía 6 años, una medalla por machota (todo simbolismo) que me dieron  me gané cuando me abrí la frente contra una canasta y tuvieron que darme puntos de sutura y no derramé ni-una-sola-lágrima-como-te-cuento, o incluso el libro de Marcelo Crecepelos enterrado entre un libro de cuentos infantiles y un diccionario de sinónimos.
Y, de pronto, este pequeño Síndrome de Diógenes que tengo montado en mi cuarto se convierte en un baúl de los recuerdos a lo grande. 


Entre esas muchas cosas, he rescatado este modesto dibujo que hice de mi pez hará unos años. 
En realidad la vida del pobre animal fue bastante corta (a las tortillas y a los peces no les acabo de pillar el punto). Pero la gracia de todo está en que, aunque ese pez murió a los dos o tres días, años después aquí sigue, inmortalizado para siempre en un trozo de papel.